Cuando era pequeño sabía que
tenía un don pero no sabía cual era. Pasaron los años y no cejó en su empeño,
probaba de todo, intentaba de todo, pero no lo lograba; hasta que un día, un
claro y maravilloso día, lo descubrió. Consistía en juntar unos papeles
normales, ya fueran nuevos, ya fueran usados e incluso sucios, y los metía en
un sobre; luego soplaba, no muy fuerte ni tampoco muy flojo, sólo lo justo; de
repente un sobre lleno de billetes. Así hizo su fortuna, pero él sabía desde
niño que era generoso por lo que decidió hacer más para sus amigos; siempre se
lo decía su madre, es mejor dar que recibir.
El juez, perplejo y asombrado, tras escuchar la historia del acusado se
dio cuenta que con seguridad ese hombre era culpable.
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