Aquel octogenario se levantaba al
cantar del gallo y desayunaba lo mismo cada mañana; café de puchero y un trozo de pan tostado con aceite, así desde hace más de setenta años.
Se vestía y salía a pasear, hasta
que abrían la sucursal del banco; revisaba su cartilla, minuciosamente, no vaya
a ser que le robaran la pensión, le decía al empleado de la sucursal cada día; y
seguía su mañana. Paseaba hasta la plaza y saludaba a su cuadrilla; tras
contarse sus miserias y achaques, tomaban algún que otro corto de vino. Cuando se cansaba se despedía y se dirigía de nuevo a su casa.
Allí, se escondía en su habitación
y no salía hasta la tarde, lo que nadie sabía era que él era el capo de las
películas del “top manta”; ¿quién pensaría eso de un hombre jubilado y
desconectado de todo tipo de red social?, se preguntó él antes de su jubilación; tras jubilarse se apuntó a un cursillo de informática en el centro de mayores y en dos años se
convirtió en el amo de las descargas.
Sus hijos estaban preocupados e investigaron; comenzaron a notar algo raro cuando vieron que se compró una
torre grabadora pero pensaron, serán los hobby de la jubilación. También les
entró dudas cuando le vieron con sus nuevos amigos, un poco extraños; pero
pensaron, la jubilación que trae nuevas amistades. Pero las sospechas se convirtieron
en realidad aquel día, cuando vieron a aquel grupo de policías fuertemente
armados esperándole en su puerta. Él cuando salió miró a sus hijos, mientras le
esposaban; y les dijo con una sonrisa, vienen a por la pensión.(Imagen de pixabay)
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