Datos personales

miércoles, 31 de agosto de 2016

Papeles que enloquecen

El auditorio entero se puso aplaudir, nadie esperaba una actuación tan sublime. Los actores, llenaron de realismo aquella escena; qué dramatismo, qué violencia y qué tensión, pensaba asombrada la gente. El actor que estaba tendido en el suelo no se levantó, pero el que empuñaba la pistola se dirigió al público, agradeciéndoles de corazón su demostración de cariño y admiración.
Cuando bajó el telón, agarró a su compañero de las piernas y lo arrastró al camerino; allí, levantó una trampilla y lo arrojó envuelto en una alfombra; luego esparció un par de sacos de cal viva. Lo miró por última vez y pensó, a ver si ahora me quitas el papel.
Años después encontraron el cadáver, pero estaba muy descompuesto para encontrar una pista que delatara a su asesino.
Su antiguo compañero, triunfaba ahora en Hollywood; consiguiendo misteriosamente todos los papeles que deseaba.  

El gobierno del desgobierno

Aquella idea no fue buena, ni mucho menos, o a lo mejor sí, depende de el día; ya que nunca sabes cómo amaneces. Cuatro intentos de golpe de estado, tres transiciones y cuarenta elecciones repetidas y es que unos días te crees alcalde, otro de la oposición y si no el peor, un conspirador con ínfulas de golpista; el problema es que estamos así toda la Ciudad de Bipolar, y eso que llamamos a alguien de fuera para que se encargara de todo; pero de tanta demencia vista, ahora se cree unos días gallina, otros motocicleta y si no una vagoneta. 

martes, 30 de agosto de 2016

El matrimonio y la bisutería

Aquel matrimonio se levantaba cada mañana bien temprano. Se ponían a desayunar mientras se miraban y se hablaban sin decir nada, solo sus ojos intermediaban palabras, solo sus parpadeos se lanzaban besos de buenos días. Tras el desayuno se levantaban y se dirigían cada uno a su trabajo, estaba en la habitación contigua, se sentaban y se ponían a trabajar; desde hacía años aquel singular matrimonio se dedicaba a hacer bisutería muy bonita y actual, anunciaban ellos en su puesto. Cuando acababan el trabajo de embalaje, lo metían en un bolsón y se dirigían a su puesto en el mercado, esa mercancía había que venderla; se decían con la mirada.
Cuando acababa la jornada en el mercado, se marchaban contentos a una cafetería a cenar algo, ellos y el bolsón en el que  llevaban la bisutería que les había sobrado.
  •        Hasta ahí bien. - dijo el agente - Pero díganme ¿cómo es que ese bolsón de bisutería se ha convertido en un bolsón de joyas buenas?.

Aquel matrimonio enmudeció, incluso hasta de mirada; ¿pero qué podían hacer? les habían pillado. Más de veinte años con la misma técnica y ahora que iban a retirarse les detenían.
Ellos, como había dicho, se levantaban a desayunar y luego se iban a trabajar a la habitación contigua, pero lo que había omitido era que la bisutería que hacían no era para vender sino para cambiarla con el joyero de la esquina del mercado, eran los mejores falsificadores de joyas, ellos las falsificaban y se las cambiaban al de la joyería, para disimular hacían que vendían bisutería en el mercado, pero luego ellos vendían las buenas en el mercado negro y se repartían los beneficios con el joyero.
Se les ha podido detener gracias, y por desgracia, a que me habían vendido una joya para mi mujer, suerte que tengo un amigo joyero que me dijo que era falsa, por eso los tuve que denunciar; sé que yo he inventado a este matrimonio y que solo son cosas de mi imaginación pero no por ello deben quedar impunes; ¿digo yo?.

(Imagen Pixabay) 

lunes, 29 de agosto de 2016

Poeta perdido

Poeta que relatas el mundo
como tu corazón te marca,
como tu corazón te reclama.
Poeta viajero que anduviste
por el mundo buscando
explicación a los impulsos
de tu alma.
Bebiste absenta para viajar
al interior de tu ser,
fumaste sustancias que
llamaran tu atención
y empequeñeciste tu alma;
envenenaste tu historia.
Enloqueciste,
lloraste,
viendo terrores
que siempre te acompañaron
en tu infancia.
Pediste asilo en el sanatorio
y denegaron tu entrada,
decían que tu locura
envenenaría al resto
y difamaría a la demencia.
Eras un espíritu perdido
en un mundo de muertos,
eras un solitario
en las calles abarrotadas de Nueva york,
eras la luz en la neblina de Londres,
eras el aire puro en la contaminada Pekín.
Querías pertenecer al mundo
pero tampoco mucho.
Querías escribir odas
de amor
a la vez que lo odiabas.
Quería conocer la amistad
a la vez que la traicionabas.
Querías hacerte político corrupto
pero siendo honrado.
Querías ser extremista pero
estar en el centro.
Querías ser todo
pero ser nada.
Tenías miles de ideas
en la cabeza
pero a la vez las desechabas.
Querías cambiar el mundo
pero no cambiar nada.
Querías ser poeta
y no escribir de nada.
Querías hacer todo
lo anteriormente dicho
y no hacerlo.
Querías adorar la vida,
pero amabas profundamente la muerte.

(Imagen Pixabay)

sábado, 27 de agosto de 2016

Aprendiz de caco

Miró de izquierda a derecha, cogió un bote y se lo guardó; avanzó, miró a derecha e izquierda, cogió una bolsa de patatas y se la guardó. Siguió por todo el pasillo, siempre el mismo método. 
El vigilante que tenía delante le esperaba, sabiendo que ese ladrón no tendría futuro.

(Imagen Pixabay) (Texto 50 palabras)

viernes, 26 de agosto de 2016

Faro de luna

Luna,
que calmas al indomable mar,
cubierta con tu manto
de blancas estrellas
das cobijo y das descanso.
El barquero en su barca,
no teme la noche,
no teme la mar;
si te tiene presente,
si le alumbras en la oscuridad.

Poesía seleccionada en la antología "Poetas Nocturnos II", Concurso Diversidad Literaria. 

jueves, 25 de agosto de 2016

Un día en el campo

La fresa que piensa,
que el queso la besa;
pero la pasa la observa,
conversando con la uva
que la mira pensando,
si prefiere ser ella
o ser mosto de uva.
El tomate se enerva
viendo a la fresa
piropear al queso
que solo es leche, cuajo
y bacterias;
y piensa,
si me quiere el pepino
y el pimiento, ¿por qué no
me quiere la fresa?,
hasta que llega la vaca y la oveja,
ambas se abalanzan sobre
el sonrojado tomate,
una se adelanta
y la otra se lo come.
La vaca,
mientras mastica a tan jugoso tomate,
mira de reojo a la hambrienta oveja
y le dice:
Mira a nuestro chiquitín,
no le quita ojo la fresa.
A lo que rotundamente contesta la oveja;
Nuestro queso al final la besa.

(Imagen Pixabay) ( Inspirado tras la ingesta de una tarta de queso con fresas)

miércoles, 24 de agosto de 2016

Su sino

Perdido y asustado
miró para todos lados.
Se sentía solo, deprimido
y agobiado;
su pasado
le era esquivo,
le era desconocido.
Creyó caminar por parajes inhóspitos.
Miró las lagunas de una infancia olvidada.
Miró los arboles que no recordaba escalar.
Miró los pájaros que perseguía
 y no le recordaban.
Se miró en una charca y vio su rostro agotado
por el paso del tiempo,
por su inclemente vida.
Se pasó los dedos por los surcos de su cara
y vio que no se reconocía, que no sabía quién era.
Miró el largo horizonte y buscó su hogar,
el problema es que no sabía si lo tenía;
y si realmente alguna vez lo había tenido.
Sin darse cuenta pasaron los años y seguía
en el mismo sitio, en el mismo punto del camino;
aguantando la fría lluvia
y al caluroso sol.
Él, pesaroso y dubitativo, se dio cuenta de su sino,
su vida no era la de un ser humano,
sino la de una estatua.

(Imagen Pixabay)

martes, 23 de agosto de 2016

El cuadro

Se sentaba en el mismo sitio desde hacía más de cuarenta años, siempre mirando hacia una pared en la que había un cuadro; en él, se veía a un hombre en una tumbona, en una mano un mojito y en la otra un puro cohíbas, esa quisiera que fuera mi vida decía el hombre desde hacía más de cuarenta años. Vendía las vacaciones de otros, planeaba las vacaciones de otros y soñaba las vacaciones de otros, así desde hacía más de cuarenta años.
Por suerte aquel era su último día, por fin la jubilación, sacaría todos sus ahorros y viajaría lejos allí. Por fin sería el hombre del cuadro, toda una vida ahorrando y además con un buen plan de pensiones, me lo recomendó mi amigo el del banco, pensaba él. Sé que sacrifiqué mucho en mi vida, familia, amigos, tiempo libre… pero ahora recuperaría el tiempo perdido, decía él ilusionado.
Acabó su turno y se dirigió al despacho del jefe, a recoger los papeles y a despedirse de él. Cuando su jefe le vio entrar le preguntó qué quería, a lo que él respondió, mi jubilación; el jefe extrañado le dijo que si no sabía que aún le faltaban cuatro años para jubilarse; cambio de ley le reiteró. El triste hombre salió del despacho cabizbajo y pensó solo es un retraso en mis planes; de repente le sonó el móvil, era el del banco, lo cogió y le contó que el magnífico plan de pensiones que tenía, había desaparecido y sus ahorros con él, según le dijo estarían en un paraíso fiscal.
El hombre se apoyó en su mesa y se sentó, como podía sucederle eso a él dijo llorando. Se secó las lágrimas y pensó, al menos tengo salud; de repente, vio una carta de la analítica que le había mandado su médico, se le olvidó mirarla aquella mañana, pero ahora no tenía valor para abrirla.
Se levantó y se puso a dar vueltas alrededor de la mesa, perdido, abstraído y preguntándose por qué le sucedía todo eso a él y entonces lo supo; miró aquel cuadro, donde ese hombre que se regodeaba cada mañana, con su puro y su mojito, le había envenenado la cabeza. Este es tu fin, le dijo enloquecido, cogió el cuadro y lo lanzó por la ventana.

Por fin soy libre dijo él en voz alta, vaya que sí respondió alguien detrás de él; se dio la vuelta y era su jefe.     

lunes, 22 de agosto de 2016

Malditas noches

Acurrucado junto a la ventana, miraba asustado el resto de la habitación. Aquel día le dijeron sus padres que no había monstruos en su habitación, entonces porqué ellos dormían juntos, pensaba el niño; él sabía que aquella sombra que veía podía ser de sus juguetes, pero ¿y si era un monstruo?. Sólo quiero que llegue el amanecer pensaba asustada la sombra, ante la mirada fija del niño.

Microrrelato seleccionado en la antología "Escritores al alba" de Diversidad literaria. 

viernes, 19 de agosto de 2016

¿El maravilloso don?

Cuando era pequeño sabía que tenía un don pero no sabía cual era. Pasaron los años y no cejó en su empeño, probaba de todo, intentaba de todo, pero no lo lograba; hasta que un día, un claro y maravilloso día, lo descubrió. Consistía en juntar unos papeles normales, ya fueran nuevos, ya fueran usados e incluso sucios, y los metía en un sobre; luego soplaba, no muy fuerte ni tampoco muy flojo, sólo lo justo; de repente un sobre lleno de billetes. Así hizo su fortuna, pero él sabía desde niño que era generoso por lo que decidió hacer más para sus amigos; siempre se lo decía su madre, es mejor dar que recibir.
El juez, perplejo y asombrado, tras escuchar la historia del acusado se dio cuenta que con seguridad ese hombre era culpable.

jueves, 18 de agosto de 2016

Cosas

El toro corre
en un encierro de humanos
y el león come
gustoso un bistec de tofu.
El elefante aplasta
al gamberro del ratón,
a pesar que este
le ayudó a huir del domador.
El banquero atraca
al ladrón y el rico
le pide limosna al mendigo.
El político vota al ciudadano,
que tampoco se decide a formar gobierno.
El empresario le pide trabajo al parado;
el constructor se hace una casa
y también ahorra en materiales.
La tierra contamina al ser humano;
el sol se cansa de ver como
dan vueltas a su alrededor
y se va.
Otra especie evoluciona
y pasa directamente del ser humano.
Otra historia comienza a ocurrir.

(Homenaje a Don Salvador Dalí) (Imagen de Pixabay)

miércoles, 17 de agosto de 2016

El v_ _ _

Cayó manchado,
humillado,
mancillado,
ultrajado
y obviado.
Y se volvió
a repetir;
se les agrupó
con sus iguales,
cada uno con sus diferencias
e inquietudes
pero con un solo fin,
la decisión del entendimiento,
la decisión del razonamiento.
Aun así sólo vuelan cuchillos,
culpas y excusas,
nadie tiene la culpa,
todos tienen la culpa;
¿nadie sabe negociar?.

martes, 16 de agosto de 2016

Extraño hobby de jubilación

Aquel octogenario se levantaba al cantar del gallo y desayunaba lo mismo cada mañana; café de puchero y un trozo de pan tostado con aceite, así desde hace más de setenta años.
Se vestía y salía a pasear, hasta que abrían la sucursal del banco; revisaba su cartilla, minuciosamente, no vaya a ser que le robaran la pensión, le decía al empleado de la sucursal cada día; y seguía su mañana. Paseaba hasta la plaza y saludaba a su cuadrilla; tras contarse sus miserias y achaques, tomaban algún que otro corto de vino. Cuando se cansaba se despedía y se dirigía de nuevo a su casa.
Allí, se escondía en su habitación y no salía hasta la tarde, lo que nadie sabía era que él era el capo de las películas del “top manta”; ¿quién pensaría eso de un hombre jubilado y desconectado de todo tipo de red social?, se preguntó él antes de su jubilación; tras jubilarse se apuntó a un cursillo de informática en el centro de mayores y en dos años se convirtió en el amo de las descargas.
Sus hijos estaban preocupados e investigaron; comenzaron a notar algo raro cuando vieron que se compró una torre grabadora pero pensaron, serán los hobby de la jubilación. También les entró dudas cuando le vieron con sus nuevos amigos, un poco extraños; pero pensaron, la jubilación que trae nuevas amistades. Pero las sospechas se convirtieron en realidad aquel día, cuando vieron a aquel grupo de policías fuertemente armados esperándole en su puerta. Él cuando salió miró a sus hijos, mientras le esposaban; y les dijo con una sonrisa, vienen a por la pensión.
(Imagen de pixabay)

viernes, 12 de agosto de 2016

La duda del gigante

El gigante se creía el más alto, fuerte y rápido del mundo, nadie había visto a nadie como él. De repente, de la noche a la mañana, un visitante vino a su pueblo. El gigante lo miró y lo remiró, en cierto modo era alto para los de su especie, pero ni era tan alto, ni tan fuerte, ni tan rápido como él. Aquel  visitante miró asombrado al gigante y le dijo: 
¾    Yo creía que era el más alto, fuerte y rápido del mundo pero veo que no es así.
A lo que el gigante dubitativo respondió.
¾    Si tú pensabas eso puede que a mí me suceda lo mismo y haya alguien más grande que yo.
El visitante se tomó unos momentos para reflexionar y le contestó.
¾    Puede ser, pero como tú solo hay uno, al igual que yo.
¾    Tienes razón, le dijo feliz el gigante.

Contento le dijo adiós al visitante; se sentó en su gigante silla y pensó todo lo que desconocía y aún le quedaba por conocer.

El ladrón de instantes

Se sentaba en los bancos donde había gente y se quedaba allí, sentado junto a ellos, sin mediar palabra; hasta que ellos, molestos por su presencia se alejaban. Él persistía en su oficio, buscaba. Veía como un grupo de personas se fotografiaban y se colaba sin que se percataran de su presencia; poniendo la mejor de sus sonrisas. Buscaba fiestas, bodas, bautizos e incluso hasta funerales. Siempre sigiloso, siempre persistente pero no era dañino, ni siquiera violento; sólo era adicto a lo instantes.

jueves, 11 de agosto de 2016

La maldición de cada verano

Cansado, le dije que parara. Es qué no ves que me haces daño, le dije enfurecido. Eres inaguantable; pero él seguía su instinto y persistía sin temor por su vida, estaba saciado pero tenía ganas de más. Encendí la luz y lo perseguí por toda la estancia. Él se escondió, esperando que desistiera en mi lucha, acechando; con ganas de más. Yo, cansado por mi infructuosa lucha caí rendido en la cama, esperando entre picores la oportunidad de acabar con él; mientras maldeciría el verano.

El mago del jazz

Decidido se subió de un salto al escenario, agarró el saxofón y sacó todo lo que tenía dentro. El público miraba sorprendido, nadie se esperaba que sucediera algo así. La gente no se atrevía a decir nada, solamente se miraban y pensaban; ¿quién le ha dejado subir?. Cuando lo bajaron los guardias de seguridad, todo el público se puso a aplaudir; él, creyendo en su actuación, se fue feliz.

lunes, 8 de agosto de 2016

El combate por la libertad

Por fin lo había logrado, estaba en las olimpiadas, pensé alegre mientras recibía la paliza de mi vida. Estaba compitiendo contra el que sería seguramente el medallista de oro en boxeo, pero debía aguantar el tipo, así lo había planeado. Un derechazo, mandíbula; un gancho y a volver a besar la lona. Era normal, era la primera vez que boxeaba, había sobornado al que iba a venir en mi lugar; pero debía levantarme, debía continuar. Seguía recibiendo golpes, mientras la gente gritaba que pararan el combate, pero yo debía continuar; todavía no era el momento.
La delegación de mi país no se explicaba como tenían un boxeador tan malo y fueron a pedir explicaciones a mi entrenador; él sólo les decía que el contrincante era muy bueno y qué se le iba hacer, al menos se demostraría que sabíamos aguantar los golpes; por si no lo sabíais a él también lo había sobornado.
Llegó el último asalto; tras darme un certero derechazo en toda la cara, me desplomé en la lona y no me volví a levantar. Tumbado, esperé a que llegaran los sanitarios y me llevaran al hospital; allí escaparía, no volvería a mi país, por fin sería libre.
(Relato para ENTC)

viernes, 5 de agosto de 2016

Soñar jamás será de locos

El loco razonó y vio que su comportamiento era impropio; cogió la ropa del suelo y se vistió. Veía como las personas le miraban con ojos de desaprobación; ¿cómo es que lo dejan suelto?, dijo uno con cara de ofuscado. Tras vestirse, cogió el cartel que se había llevado y se dirigió al sanatorio; se encerró en su habitación y se fue al baño, allí se borró las palabras de paz y fraternidad que llevaba pintadas en el cuerpo. Cogió el cartel y lo desenrolló, con lágrimas en los ojos leía lo que ponía, “no más guerras”; luego lo rompió. Se dirigió al ventanal de su habitación, y vio al soldado que le miró con cara ofuscada, estaba tendido en el suelo muerto por una bala; en aquel terrible campo de batalla. ¿Por qué seré yo el loco?, pensó él entre sollozos mientras veía como se mataban.

jueves, 4 de agosto de 2016

El niño torero

El niño torero, era un niño como otro cualquiera; de una España de blanco y negro dónde el hambre y la necesidad rondaban el día a día. El pequeño torero vestía pantalón corto y jersey gastado; prendas que vestiría en invierno y en verano pero a él no le importaba, a él no le molestaba, para él su ropa no eran unos pantalones y un jersey, sino un brillante traje de luces. Él solo deseaba salir a la calle de arena y dar unos pases, dar unas estocadas a un toro imaginario; se miran y se preparan para el combate, un par de verónicas y clama el público, lo lleva y lo marea, siente el roce del animal tras cada pase pero no retrocede, no lo teme.
Llega el pase final, con porte gallardo, se pone de puntillas y se prepara; aquel toro imaginario remueve enfurecido la tierra y se lanza a la carrera ante el pequeño matador, pero él lo espera y alza el estoque. La terrible punzada atraviesa al pobre animal, imaginario pero pobre animal, cae tendido al suelo. El niño torero se acerca al toro, le acaricia la cornamenta y le susurra al oído; buen toro.
Después de tan valiente corrida da una vuelta al imaginario ruedo y le brinda el toro al público, ese entusiasmado e imaginario público. Una voz le saca de tan magníficos aplausos.
  •        Hijo, que hay que ir a por vino a la cooperativa, deja de torear y coge la barrica, que se acerca la hora del vino y los parroquianos traerán sed.
  •       Como mande padre, ahora mismo voy.
El niño torero se despide de su querido público y se va a su cometido, sabiendo que el trabajo le reclama; que la infancia en blanco y negro disipa rápido la fantasía y arremete con una realidad de sacrificio y sueños rotos, pero en los que se queda marcado los aplausos de aquel público que en los sueños le animarán a volver a torear.
(Historia inspirada, tras la visión de una foto antigua de un familiar querido)

miércoles, 3 de agosto de 2016

Falta de fe

Estaba sentado en su sillón como cada día de trabajo, con la vista pegada al ordenador y martilleando las teclas sin compasión. Suspiraba. Otro día más; relataba con queja pero no podía, no quitaba los ojos del monitor, viendo como su vida pasaba mientras revisaba cuentas sin parar, pensando en todos los gozos que viviría tras tantos años de sacrificio. De repente vio la luz, un agujero enorme surgía del techo y una ráfaga de luz natural lo cegaba, tras ella una silueta se acercaba; el pobre hombre asustado, creía que era Dios, se puso a rezar.
Unos minutos antes unos albañiles picaban el techo, estaban arreglando una gotera; el jefe de obra les dijo que pusieran una malla en el falso techo por si caía algún escombro, ellos le dijeron que sí, pero no lo hicieron. Cuando picaron en aquella piedra también rezaron mientras la veían caer sobre el falso techo.
Lo que no sabía ninguno es que aquella piedra no tenía fe; no conocía nada más que aquel tejado y había soportado sobre ella, días de lluvia, días de sol y cagadas de toda clase de aves; ahora que era libre quería ver qué era lo que había guarecido.