Se sentaba en el mismo
sitio desde hacía más de cuarenta años, siempre mirando hacia una pared en la
que había un cuadro; en él, se veía a un hombre en una tumbona, en una mano un
mojito y en la otra un puro cohíbas, esa quisiera que fuera mi vida decía el
hombre desde hacía más de cuarenta años. Vendía las vacaciones de otros,
planeaba las vacaciones de otros y soñaba las vacaciones de otros, así desde
hacía más de cuarenta años.
Por suerte aquel era su
último día, por fin la jubilación, sacaría todos sus ahorros y viajaría lejos
allí. Por fin sería el hombre del cuadro, toda una vida ahorrando y además con
un buen plan de pensiones, me lo recomendó mi amigo el del banco, pensaba él.
Sé que sacrifiqué mucho en mi vida, familia, amigos, tiempo libre… pero ahora
recuperaría el tiempo perdido, decía él ilusionado.
Acabó su turno y se
dirigió al despacho del jefe, a recoger los papeles y a despedirse de él.
Cuando su jefe le vio entrar le preguntó qué quería, a lo que él respondió, mi
jubilación; el jefe extrañado le dijo que si no sabía que aún le faltaban cuatro
años para jubilarse; cambio de ley le reiteró. El triste hombre salió del
despacho cabizbajo y pensó solo es un retraso en mis planes; de repente le sonó
el móvil, era el del banco, lo cogió y le contó que el magnífico plan de
pensiones que tenía, había desaparecido y sus ahorros con él, según le dijo
estarían en un paraíso fiscal.
El hombre se apoyó en
su mesa y se sentó, como podía sucederle eso a él dijo llorando. Se secó las
lágrimas y pensó, al menos tengo salud; de repente, vio una carta de la
analítica que le había mandado su médico, se le olvidó mirarla aquella mañana,
pero ahora no tenía valor para abrirla.
Se levantó y se puso a
dar vueltas alrededor de la mesa, perdido, abstraído y preguntándose por qué le
sucedía todo eso a él y entonces lo supo; miró aquel cuadro, donde ese hombre
que se regodeaba cada mañana, con su puro y su mojito, le había envenenado la
cabeza. Este es tu fin, le dijo enloquecido, cogió el cuadro y lo lanzó por la
ventana.
Por fin soy libre dijo
él en voz alta, vaya que sí respondió alguien detrás de él; se dio la vuelta y
era su jefe.