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miércoles, 28 de septiembre de 2016

Fatídico testigo

Conducía por la avenida París, pensando en sus cosas; apreciando los edificios de su amada ciudad. En la radio, un grupo de jazz hacía las delicias de sus oídos, se transportaba al interior de su ser, al interior de su yo más profundo. Giró en una de las salidas de dicha avenida, estaba a punto de llegar a su lugar de reunión. Allí estaba, pensaba desde el coche; era de noche y veía como el edificio resplandecía con la nueva iluminación. En aquel momento sonaba la parte de la melodía que más le gustaba, subió el volumen para que su éxtasis fuera mayor y se dispuso a aparcar; maniobró hasta que lo consiguió. Se quedó sentado esperando que terminara la canción; de repente sintió que algo afilado le abría la piel del cuello, veía brotar la sangre, veía como no le llegaba la respiración. Miró por el retrovisor y vio a su verdugo, no lo conocía, no lo reconocía; no sabía el motivo de su hecho, de su fatídica muerte. Sintió que el fin le sobrevenía y pensaba ¿por qué había muerto?, ¿por qué lo habían matado? y ¿quién querría matarlo?, muchas preguntas sin respuesta. Alguien resolvería su muerte o quizá no, por pena él nunca sabrá por qué lo mataron.

martes, 27 de septiembre de 2016

Voces en el silencio

Tumbas del ayer
que descansan
sin pensar,
sin molestar.
Cientos de muertes
sin motivos,
sin remordimientos.
Vidas perdidas
en noches furtivas,
vidas desaparecidas
jamás buscadas,
mil veces lloradas.
Lamentos
sin condena,
gritos sordos
de justicias sin pena.
Batallas perdidas
de almas que no descansan,
que vivirán su terror
y su miedo
sin entender porqué murieron.


(Imagen Pixabay)

sábado, 24 de septiembre de 2016

Ego

Perplejo y anodino
todo en su sino.
Andante y vacilante
sigue su camino.
Mirada al frente,
sin ver las piedras
que le hacen caer.
Dormitando
en noches de frío
y de calor;
a pesar de que le
atemoriza el insomnio.
Manos arrugadas
por la vida,
por el tiempo
y por el desconocimiento
de la palabra ayuda.
Experiencias aprendidas,
pero no asimiladas;
errores continuos
pero con moral altiva,
sin brazos torcidos
pero con vidas perdidas. 

(Imagen Pixabay)

viernes, 23 de septiembre de 2016

¿Cuánto tiempo le quedará?

Preludio de veranos infames,
de otoños caóticos
e inviernos deleznables.
Países sin gobierno,
países sin acuerdos;
pero todos contentos.
Millones vacíos,
carteras llenas
de billetes huidizos,
de personas ajenas,
de personas con penas.
Playas paradisíacas
con cócteles dulces,
para almas amargas,
para personas sin condena.
Calma en el juicio,
sabiendo que la condena
poco vale
para el colchón mullido,
que le espera a la vuelta
de la esquina.
Mientras, inocencia y miedo
ante las facturas de la luz
que revientan
los finales de mes;
de gente sin aliento,
de brazos cansados
por el miedo del empleo,
por el pánico a la crisis.
Y la cesta sigue igual,
veinte manzanas podridas
y una sana;
¿cuánto tiempo le quedará?.


(Imagen Pixabay)

jueves, 22 de septiembre de 2016

Oda al haragán

Bendices la comida,
cuando cocina
tu abuela.
Rellenas perdices en vez de pavo,
cuando celebras
acción de gracias;
y eso que eres de Cuenca.
Miras la mar,
desde tu piso
de Pedro Muñoz.
Desayunas pizza
cuando tu cena
te abultó.
Bebes vino
cuando la cerveza
se te acabó.
Te levantaste
del sofá
porqué la cama
te llamó.
Viste la vida
desde el plasma
de tu salón;
y te diste cuenta,
que te emperezaste demasiado
para hacer una segunda parte.


(Imagen Pixabay)

El fugitivo

Burlaste la vigilancia
y te escapaste de la cárcel,
decidiste no volver allí.
Demasiada tristeza y ambigüedad,
demasiada desdicha y melancolía,
demasiada desidia y flaqueza.
Caminaste sigiloso,
vigilante de ojos ajenos,
pesaroso de que algo te delatara
y te devolviera al agujero,
al que no querías volver,
el que no querías ver.
Pasaron los días
e incluso las semanas;
y saliste de tu escondrijo,
huidizo volviste a tu casa,
abriste la puerta,
y abrazaste pasionalmente
a tu mujer.
Ella entre lágrimas
te dijo,

otra vez.
Tú le contestaste,
no puedo estar sin ti.
Ella se secó las lágrimas
y con tristeza te respondió,
no te preocupes,
ha llamado tu jefe
y ha dicho que estás despedido;
¿si no querías ser vigilante
para qué coges el puesto?,
te preguntó reflexivamente
tu mujer.
Tú te encogistes de hombros
y te fuiste a la ducha,
después dormiste.


(Imagen Pixabay)

lunes, 19 de septiembre de 2016

Barcos a la eternidad

Zarparon los barcos al alba;
desde aquel cascarón de hojalata
miraste la orilla,
viendo como se alejaba,
como desaparecía en la mar.
De las cuencas de tus ojos
salieron lágrimas
de sabor salado,
de sabor amargo.
Dijiste adiós a un puerto
que ya no se veía,
sabiendo que nadie te vería,
sabiendo que nadie sabría
que tú decías adiós.
De repente,
viste su silueta en el fondo del mar,
te esperaba con los brazos abiertos;
tú,
saltaste,
sabiendo que su abrazo te traería la paz.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Días extraños, días no reales

Tal día como hoy
fue ayer,
tal día como mañana
será hoy,
tal zapatilla que te pusiste
y te molestó,
fue porqué no te diste cuenta
y compraste dos izquierdas,
aún así las sigues llevando.
Quizá creíste ver un ovni,
cuando realmente viste
a tu abuela montada en una carretilla;
sabías que aquel orujo
no le hacía ningún bien.
Lloraste, cuando vistes caer a tu perro
extenuado de cansancio al suelo,
tras pasearte con él
como si fuera un caballo,
a sabiendas de que pesas noventa kilos
y él solo era un pastor alemán.
Negaste que no hubieras mandado a tu
hijo de tres años a hacer la compra;
cuando cruza rendido la puerta
con los brazos llenos de bolsas.
Negaste que te gustara el fútbol,
cuando tienes una pizarra 

en el trastero,
con todos los resultados de los partidos
de liga.
Negaste la mayor,
a sabiendas
que era todo cosa de tu imaginación.

Mil caras, cien mentiras y algunas verdades

Fumaste la lava de los volcanes,
comiste los cristales de vasos infames,
rezaste sin creer,
y despreciaste la religión
de la que tenías fe.
Juraste las banderas de países
que no eran el tuyo,
y renegaste de tu propio país.
Te presentaste a las elecciones,
sabiendo que robarías y ultrajarías
todo atisbo de democracia;
después de difamar y luchar
hasta la extenuación,
contra cualquier atisbo de totalitarismo.
Apoyaste todas las ideologías y en ninguna creías.
Creaste tu propia ideología,
y la hundiste por ser nefasta.
Te miraste al espejo
y escupiste,
no querías ser tú;
saliste por los medios
y solo querías ser tú.
Escribiste tu biografía
y te diste cuenta
de que era un libro
lleno de tachones y falsedades.
Te decidiste a santificarte
y cuando conseguiste ser santo,
te desmitificaste.
Decidiste buscarte
y no te encontraste;
cuando lo dejaste
de intentar, por fin lo lograste.
Y al fin, fuiste feliz.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Vidas repetidas, vidas únicas

Perderás lo perdido,
encontrarás lo encontrado,
caminarás lo andado
y dormirás lo dormido.
Releerás lo leído,
escribirás lo escrito
y memorizarás lo memorizado.
Amarás cosas que ya fueron amadas,
odiarás cosas que ya fueron odiadas,
y soñarás cosas que ya fueron soñadas.
Versarás sobre versos
ya versados,
enloquecerás con locuras
ya enloquecidas
y verás la luna como ya fue vista.
Entrarás en el mar
y lo sentirás
como ya fue sentido,
acariciarás la arena
y la acariciarás como ya fue acariciada.
Te sentarás en la soledad del bosque
y tragarás una bocanada de aire puro
sabiendo que ya había sido tragado,
mirarás las montañas
sabiendo que ya habrán sido miradas.
Sabrás todas estas cosas
y sentirás que tus instantes
siempre serán únicos.

martes, 6 de septiembre de 2016

Venganza en una noche oscura

Aquella mañana decidió que era hora de perpetrar su estudiada venganza; antaño vio como un humano se llevó a lo que más quería, y como el muy sádico además se lo comía, acompañado de arroz y un sofrito de tomate con pimientos. Lo tenía todo planeado, sabía que aquel día, como cualquier otro, alguien saldría a la carretera. Esperaría hasta que anocheciera, entonces y solo entonces saldaría su venganza. Toda la tarde estuvo esperando agazapado en la cuneta. Cuando se hizo de noche comenzó una fuerte tormenta con viento y relámpagos; mayor dramatismo para mi ansiada venganza, pensó él.
De repente vio las luces de un coche en la lejanía y se preparó, había llegado su momento. Cuando se acercaba el coche, él salió de la cuneta y se metió en la carretera; el conductor se percató de su presencia, pero sabía que no le daría tiempo a frenar e intentó esquivarlo, parecía que lo había logrado. Durante unos segundos el conductor y el conejo se miraron a los ojos y no se conocieron, pero el conejo no retrocedió, se lanzó hacia las ruedas traseras, allí acabó su venganza; no consiguiendo nada, bueno sí, una muerte violenta. El conductor no se enteró del motivo de la venganza del conejo; pero al menos el conejo consiguió que aquel conductor se sintiera culpable por haberle atropellado.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Bailando en la feria

No lo podía remediar, el cuerpo se hipnotizaba ante las palpitaciones de la música, no era dueño de su ser; solamente se podía dejar llevar por el ritmo. La calle estaba abarrotada de gente, pero a él no le importó; se puso a escuchar la música, y que el ritmo le fuera marcando los pasos de ese baile que le pedía el cuerpo. De repente la gente se paró y se puso a mirar a aquel hombre que meneaba su cuerpo al son de la música. Movía el esqueleto como si no hubiera mañana, como si aquella canción fuera la última que fuera a bailar; la gente aplaudía y le vitoreaba animándole a que se entregara más a fondo, a que mostrara todo lo que atesoraba.
Aunque le observaban, él sentía que estaba solo; su baile y la música, nada más.
Cuando llegaba el final de la canción se animó a realizar una preciosa y dificultosa pirueta, pero de repente sintió un empujón que lo desestabilizó, y cayó al suelo. Volviendo tristemente al mundo real cuando escuchó.
  •        Quieres seguir andando, bailarín, no ves que estás bloqueando todo el paso.

En ese momento se dio cuenta que se había topado con un enemigo del baile; avergonzado por la caída, se levantó y siguió su camino. Esperando que la próxima vez que le llamara la música no se encontrara con un tipo con prisas.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Carta a un padre querido o escrito de un hijo poco avispado

Padre no sé como expresarte mi cariño por ti; con todas las cosas buenas que hiciste por mí. Por ejemplo, me acuerdo cuando te olvidaste de mí en aquellos grandes almacenes, y tuve que volver andando a casa, sé que no lo hiciste por descuido sino para que aprendiera a valerme por mi mismo; o cuando me operaron de vegetaciones y me llevaste a trabajar al campo, para que aprendiera que la vida es dura.
También me acuerdo cuando nunca dijiste mi nombre y me llamabas siempre con el pronombre tú, “tú deja de hacer eso o tú ven a la mesa a comer”, sé que lo hacías para que me sintiera igual que cualquier otra persona; o cuando nunca me felicitabas por mi cumpleaños, para que supiera que todos los días alguien cumple los años y no por eso hay que estar todo el día de celebraciones.
Pero me emociono siempre, cuando me acuerdo del día que me fui de casa y me agarraste fuerte del brazo y entre lágrimas me dijiste, “por fin te vas gandul”, sé que en el fondo me decías “vuelve cuando quieras hijo”.
Gracias por todo padre, abrazos de tu hijo que te quiere.

(Imagen Pixabay)

La falta de memoria

Extrañada miró la habitación, no le sonaba de nada. Aquella estancia era muy bonita, tenía una mesita, una cómoda y al fondo una mullida cama con un cabecero de forja, pero lo que más le gustaba de aquella habitación, que apenas recordaba, era un enorme ventanal desde el que veía el campo. Y entonces le volvía a la memoria una pequeña casa de ladrillo, con cuatro pequeña estancias y una pequeña cocina de leña; se acordaba cuando se levantaba antes de que cantara el gallo y salía a ordeñar a las vacas, a repartir la comida a los diferentes animales que allí moraban, y a volver feliz, para preparar el desayuno a su marido y a sus cuatro hijos. Les despertaba y les preparaba para ir al colegio, y que lo hicieran con ilusión y con todo el material que precisaran; sus molidas manos ya lo pagarían.
Pero eso ya pasó, ellos crecieron y se marcharon a la gran ciudad; donde el estrés y los mil trabajos para llegar a final del mes les quitaban tiempo para cuidar a una anciana; y entonces recordaba, que aquel lugar era su nuevo hogar, que aquel asilo era el premio por su esfuerzo.

(Relato para ENTC)