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lunes, 5 de septiembre de 2016

Bailando en la feria

No lo podía remediar, el cuerpo se hipnotizaba ante las palpitaciones de la música, no era dueño de su ser; solamente se podía dejar llevar por el ritmo. La calle estaba abarrotada de gente, pero a él no le importó; se puso a escuchar la música, y que el ritmo le fuera marcando los pasos de ese baile que le pedía el cuerpo. De repente la gente se paró y se puso a mirar a aquel hombre que meneaba su cuerpo al son de la música. Movía el esqueleto como si no hubiera mañana, como si aquella canción fuera la última que fuera a bailar; la gente aplaudía y le vitoreaba animándole a que se entregara más a fondo, a que mostrara todo lo que atesoraba.
Aunque le observaban, él sentía que estaba solo; su baile y la música, nada más.
Cuando llegaba el final de la canción se animó a realizar una preciosa y dificultosa pirueta, pero de repente sintió un empujón que lo desestabilizó, y cayó al suelo. Volviendo tristemente al mundo real cuando escuchó.
  •        Quieres seguir andando, bailarín, no ves que estás bloqueando todo el paso.

En ese momento se dio cuenta que se había topado con un enemigo del baile; avergonzado por la caída, se levantó y siguió su camino. Esperando que la próxima vez que le llamara la música no se encontrara con un tipo con prisas.

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