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sábado, 3 de septiembre de 2016

La falta de memoria

Extrañada miró la habitación, no le sonaba de nada. Aquella estancia era muy bonita, tenía una mesita, una cómoda y al fondo una mullida cama con un cabecero de forja, pero lo que más le gustaba de aquella habitación, que apenas recordaba, era un enorme ventanal desde el que veía el campo. Y entonces le volvía a la memoria una pequeña casa de ladrillo, con cuatro pequeña estancias y una pequeña cocina de leña; se acordaba cuando se levantaba antes de que cantara el gallo y salía a ordeñar a las vacas, a repartir la comida a los diferentes animales que allí moraban, y a volver feliz, para preparar el desayuno a su marido y a sus cuatro hijos. Les despertaba y les preparaba para ir al colegio, y que lo hicieran con ilusión y con todo el material que precisaran; sus molidas manos ya lo pagarían.
Pero eso ya pasó, ellos crecieron y se marcharon a la gran ciudad; donde el estrés y los mil trabajos para llegar a final del mes les quitaban tiempo para cuidar a una anciana; y entonces recordaba, que aquel lugar era su nuevo hogar, que aquel asilo era el premio por su esfuerzo.

(Relato para ENTC) 

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