El infierno era tu musa,
el alcohol quién te susurraba
los versos que removían el alma.
Tu voz, el arma;
con ella conducías la letras
que dieron
aliento y divertimento,
a los valientes y a los inocentes
que lucharon en el lugar
en el que te prohibieron estar.
Un torrente de güisqui,
graznido de intelectualidad y genio.
Llanto y magia,
surrealismo y lírica,
palabras que hiciste arte,
palabras que hiciste vida.
Lamento y pobreza,
desconfianza en tu genio,
desconfianza en la vida.
Dieciocho güisquis te llevaron al cementerio,
dieciocho güisquis te hicieron eterno.
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