Perdido y asustado,
siento como me deshidrato, hace días que surco la mar en una maleta de nylon,
en una maleta de sueños.
Todo comenzó hace unos
días cuando embarcamos en una patera, con el sueño de empezar una vida mejor;
sabía que tardaría décadas en pagar mi deuda a la mafia y que seguramente jamás
volvería a ver a mi familia en la vida, pero debía arriesgarme, debía intentarlo;
todo era mejor que la guerra, todo era mejor que la muerte en un país que ya no
puedo llamar hogar. Me había convertido en un emigrante sin patria, en un
emigrante que solo recordaba su país antes de que el odio y la sangre destrozaran
aquello que llamaba mi vida.
Embarcamos en aquella
patera con la ilusión de que la mar estaba en calma, pero cómo nos engañó la
vida. En cuanto dejamos de ver la costa, la mar cobró una violencia inusitada,
una rabia contenida y volcada sobre nosotros; que solo queríamos una
oportunidad. La patera se hundió, vi como muchos murieron y otros, como yo, se
agarraron donde podían, para salvar la vida.
De repente un haz de
luz, ¿un guardacostas?, ¿quizá el billete a la libertad?.
(Imagen Pixabay) (Relato para ENTC)
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