Aquella mañana decidió
que era hora de perpetrar su estudiada venganza; antaño vio como un humano se llevó a
lo que más quería, y como el muy sádico además se lo comía, acompañado de arroz y un sofrito de tomate con pimientos. Lo tenía todo planeado, sabía que
aquel día, como cualquier otro, alguien saldría a la carretera. Esperaría hasta
que anocheciera, entonces y solo entonces saldaría su venganza. Toda la tarde
estuvo esperando agazapado en la cuneta. Cuando se hizo de noche comenzó una
fuerte tormenta con viento y relámpagos; mayor dramatismo para mi
ansiada venganza, pensó él.
De repente vio las luces
de un coche en la lejanía y se preparó, había llegado su momento. Cuando se
acercaba el coche, él salió de la cuneta y se metió en la carretera; el
conductor se percató de su presencia, pero sabía que no le daría tiempo a
frenar e intentó esquivarlo, parecía que lo había logrado. Durante unos
segundos el conductor y el conejo se miraron a los ojos y no se conocieron,
pero el conejo no retrocedió, se lanzó hacia las ruedas traseras, allí acabó su
venganza; no consiguiendo nada, bueno sí, una muerte violenta. El conductor no se
enteró del motivo de la venganza del conejo; pero al menos el conejo consiguió
que aquel conductor se sintiera culpable por haberle atropellado.
Ctra. de los Hinojosos, años atrás soy culpable...
ResponderEliminarSe me ocurrió esta historia porqué me pasó lo mismo, yo también soy culpable.
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