arrullo al viento,
que acaricia mis brazos.
Le susurro con calma
palabras de aliento
a un corazón desangelado.
Siento sus lágrimas
en forma de lluvia
que caen sobre mí.
No le dejo solo,
no le suelto
ni un momento,
siento su pena
como si fuera mía.
Surca las calles desiertas,
buscando gente
a la que acariciar el alma.
Oye asustado las sirenas
y golpea las ventanas
de los hospitales
abarrotados de gente,
viendo como ángeles de verde
corren sin descanso;
intentando
llegar a todos lados.
Y él, sin entender nada,
se enrabieta como un niño.
Sin saber porqué,
sin comprender el motivo.
Y yo le arrullo,
y le consuelo
y le susurro que algún día
volverá acariciarnos.
(Imagen Pixabay) RJHR
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