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lunes, 9 de octubre de 2017

Faquir por correspondencia

Cogió aquel fular rojo y se lo puso en la cabeza, como si fuera una especie de turbante; sacó la vieja flauta que tenía cuando iba al colegio y se puso a tocar, sin atinar con ninguna nota, sin ritmo ninguno. La gente se agrupó alrededor de tan extraño artista, que se veía que no tenía un don para la música, esperando cual sería su verdadera actuación.
De repente, de un cesto, apareció una serpiente de cascabel que no se movía al ritmo de la música; más bien parecía molesta e incluso se diría que hastiada, miró al extraño faquir y le mordió dos veces. La gente gritó asustada durante un instante, luego aplaudió ya que veían que el artista seguía tocando; con lágrimas, pero seguía tocando.
Tras media hora y veinte mordiscos más, el faquir acabó moribundo la actuación; guardó la serpiente en la cesta y pasó, con la piel amoratada, la gorra entre el público asombrado por aquella dantesca actuación. Cuando llegó a la última persona se desplomó en el suelo, y farfullando entre susurros se le escuchó: “maldito curso a distancia”.

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