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lunes, 9 de enero de 2017

El predicador de la nada



Parado en el banco miro y me santiguo
pero camino.
El mercado está atestado de rumores y bacaladillas pasadas,
huele tan mal lo uno como lo otro;
la diferencia que uno se pudre por muerto y lo otro por maldad.
Continúo y me santiguo,
saludo a  los niños y a los ancianos
a los niños los trato de usted
a los mayores de tú,
los primeros albergan aún el anhelo
de un mundo más justo,
los segundos hace años que ya se rindieron.
Subo la cuesta de aquel pequeño monte
se respira el aire puro de veinte vertederos ilegales,
todos controlados,
todos censurados por las autoridades
cuando arden ante los medios.
Contaminación y alimentos mutantes
todo una alegría para las multinacionales;
se etiquetan como naturales y los vendemos,
pues no es natural que a un tomate
le salgan dientes con aquel líquido amarillento;
¿qué soltó aquella central nuclear que hace años
dijeron que iban a clausurar?.
Y sigo y me santiguo,
y me santiguo y sigo,
camino y bendigo cada parte
de todo este desmadre
pues yo soy parte;
soy víctima,
culpable,
cómplice
y testigo
de esta historia llamada tierra,
de esta historia llamada humanidad. 

RJHR (Imagen pixabay)

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