El juez golpeó con rabia la mesa, haciendo callar a la sala, se levantó de su asiento con ansiedad y dirigió su mirada hacia el acusado y con la voz rota le suplicó que dijera dónde tenía el dinero. La gente agudizó el oido, esperando la respuesta, se decía que hasta los miembros del jurado popular habían caido en sus engaños; pero quién no.
Se levantó del banquillo y con voz de corista de iglesia habló; cuando pasen dos años desvelaría su ubicación, iría encriptada en sus memorias y una vez que la hubieran comprado todos los españoles desvelaría como desencriptarlo, antes no.
Unos minutos después de haber conseguido reducir al guardia jurado y al fiscal que se habían avalanzado para linchar al acusado; el juez pidió calma.
Con los ojos enrojecidos por la rabia le pidió explicaciones de cual era su finalidad.
Sencillamente - dijo, mientras se acariciaba su enrojecido cuello-, tras demostrar que soy el mejor cuentista, ahora quiero ser un autor superventas.
RJHR (imagen Pixabay)
Maravilloso. Gracias por compartitlo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
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